La Vida Moral del Ser Humano
El sujeto moral es, pues, un sujeto múltiple, arrastrado por impulsos pasionales de muy distinto tipo. Ninguno de esos afectos es, en sí, vicioso o inmoral. La vida moral puede dividirse en cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. En función de ellas gira la vida moral con el fin de buscar el bien, pues el bien es aquello a lo que todos tienden, aunque lo alcancen y realicen en diversas formas, grados y condiciones, que constituyen el campo de la moralidad humana. En un sentido muy amplio, virtud es el ejercicio perfecto de la actividad o función propia de un ser, y en un sentido moral, pues, habrá tantas virtudes como “partes” del alma (Virtud, entendida como el valor de índole espiritual que Sócrates proponía como alternativa a la fuerza física, la riqueza, la fama y el poder; consistente en la obtención de la sabiduría por medio del conocimiento del Bien y del Mal hallado dentro de la propia alma, y que conduce espontáneamente al correcto obrar humano. Punto de referencia de la conducta humana en la concepción ética de Aristóteles, como justo medio entre los comportamientos extremos). De aquí resultan la sabiduría, el valor y la templanza, que corresponden a la parte racional, pasional y apetitiva del alma
Prudencia:
Dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo. Si bien la razón es quien nos permite establecer cuál es el mejor camino de acción, a la postre la razón sólo puede ser determinante de nuestras acciones si ésta está ligada a las emociones. La prudencia es una virtud moral, a pesar de que consiga escasa simpatía social en razón de la frialdad y distancia morales que imprime en quien actúa siguiendo sus dictados
Justicia:
Consiste en la constante y firme voluntad de dar al prójimo lo que le es debido. La justicia es en realidad la contraparte simétrica de la prudencia. Si ésta se orienta a la preservación de la propia esfera de acción, aquélla preserva la esfera inviolable de acción de los otros. Con la prudencia me preservo en un mundo sometido a mi acción y responsabilidad; con la justicia preservo el mundo de acción de los otros, ante los que soy responsable. De ahí que la justicia sea fundamentalmente una "virtud negativa que nos impide lesionar a nuestro prójimo. La justicia es una virtud que se traduce en normas, en reglas públicas de acción. De ahí que como virtud moral se limite a impulsarnos a "hacer voluntariamente lo que con propiedad se nos podría obligar a hacer".
Fortaleza:
Asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien. Su objeto formal son los temores, y audacias en cuanto regulados por la razón. El material son las mismas pasiones del honor y audacia. Los actos externos acometer y sufrir, según convenga, o huir los peligros graves, cuando es conveniente, son objeto material secundario.
Templanza:
Modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados. La Templanza, se suele representar por una matrona que lleva una espada y dos recipientes, echando agua del uno al otro, como para simbolizar la idea de equilibrio que supone tal alegoría.
EI hombre, en su permanente búsqueda de la verdad, ha venido incrementando su convicción de que sólo una vida Ilevada a cabo dentro de los más elevados principios morales le conduce a lograr plenitud en felicidad y paz. Vivimos un mundo donde el signo de nuestros tiempos es el de un cambio acelerado y profundo en todos los ámbitos, posiblemente el más rápido y generalizado que la humanidad haya experimentado.
Este gran cambio presenta profundas revoluciones ideológicas, económicas, sociales y políticas. Los extraordinarios aportes tecnológicos y científicos sustentan y enriquecen este proceso. Parece ser que todo esta sujeto a ese cambio; esto es cierto, excepto en los principios y valores fundamentales del ser humano; ya que estos se reafirman y consolidan día a día. No importa qué tanto poder, riqueza o placer pueda generarse a través de la eficiencia; si se vive al margen de la moralidad, todo hombre es un hombre desgraciado, infeliz. Porque al margen de lo que es mas propio del hombre, éste no puede sino vivir violentado, violentándose. Entonces para reconocer los principios adecuados con nuestra naturaleza, es decir, con nuestro modo radical de ser hombres, debemos esforzarnos por vivir nuestras convicciones y por ampliar simultáneamente el rigor de nuestro conocimiento moral. Porque es imposible adquirir un saber consistente sobre lo moral sin ejercitarse moralmente. Nadie, por tanto, puede entender que es el bien si no actúa bien y nadie puede actuar bien si no realiza actos buenos...